Treinta bólidos han tomado la salida este domingo en la cuesta de San Francisco en la sexta edición de la prueba organizada por la cuadrilla Los Alegríos.
La fórmula nunca defrauda. Bólidos caseros que se lanzan cuesta abajo, pilotados por unos valientes con poca protección y mucha fe y unas curvas que apretujan todas las gargantas. A más de uno seguro que este domingo se le ha atragantado el vermú cuando ha visto esas treinta balas desafiando continuamente la pendiente de la cuesta de San Francisco de Vitoria. El Gran Premio de las goitiberas, organizado por la cuadrilla Los Algríos, no es apto para cardiacos. Porque tanto va el cántaro a la fuente que… uno ha terminado estampado contra las vallas de seguridad, otro volcado en mitad de la carretera y el más afortunado solo ha perdido las dos ruedas traseras.
Aunque seguro que para disgusto de los más malvados, el ‘safety car’ salió a pista menos de lo esperado. Los equipos empiezan a tomar la medida a esta prueba que ayer celebró su sexta edición. Cada escudería tiene tres oportunidades para marcar el mejor tiempo. Y claro, la primera fue una especie de vuelta de reconocimiento. «¡Pero no frenessss!», se escuchaba entre las masas. En la tercera bajada ya perdieron el miedo y empezaron a limar los muros. En algunos casos esos ‘besos’ fueron más intensos y se vieron los sustos, aunque fueron más los uuyyy que los ooohhh. La última ronda fue en la que se vieron los mejores tiempos y en la que los Batasuna marcaron el 21:854 con el que se proclamaron campeones.
A la tercera va la vencida. «Las dos veces anteriores no tuvimos suerte. El año pasado nos quedamos segundos porque pisamos un poco el freno y eso nos penalizó. ¡Así que este hemos ido a lo loco!», confesaban Urko Basterra y Aitor Lópezde Ocáriz, tras bajarse del podium. Su palmera caribeña en verdad escondía ese diferencial propio de la escudería Red Bull de la Formula Uno. «Bueno, nos hemos puesto faldas hawaiianas para tener menos resistencia al viento», bromeaban.
La trompeta, protagonista
Fueron los campeones, pero para el público los auténticos ganadores fueron Javitxin y Bonilla, que se vistieron de Villalibre para la ocasión. Desataron la misma ilusión que la ansiada 33 de Fernando Alonso. Todos iban con ellos. «La idea de participar nació en el play-off de ascenso del Alavés y dijimos que si subían haríamos el autobús, empujado por Villalibre». Cumplieron su palabra. «Aunque le hemos dado la vuelta, en lugar de subir el objetivo era bajar lo más rápido posible». Eso sí, la trompeta les jugó una mala pasada. «Se nos ha caído en mitad de la bajada y se ha enganchado en la dirección. No podíamos girar». Así que les tocó bajarse y cuando consiguió liberar la trompeta la levantó al cielo, desatando la euforia de todos.
La imaginación de los participantes a la hora de diseñar sus bólidos volvió a dar color a la prueba. No faltó el espectacular -digno de exposición- ‘Batmovil’, pilotado por José Manuel Castro. Se metió hasta el fondo en el papel, porque usó el disfraz como mono, pese a que Lorenzo apretaba de lo lindo. «Pufff.. cómo estoy sufriendo, estoy desenado quitármelo ya», comentaba, mientras trataba de recuperar el aliento. Tampoco faltaron Mario Bros y su inseparable Luigi. O la curradísima furgoneta con la que se tiraron Aritz Illera y Carlos Díaz de Cerio.
Aunque en este capítulo la palma se la llevaron los Txirrita, que en cada una de las tres bajadas lució una temática diferente, pero siempre con una carretilla como vehículo. No se quedaron lejos Nera Ortiz y Aiara Viana, que billaron con ese coche rosa de Greese que no se libró de los golpes. Y no por culpa de ellas. El coche encargado de remolcar las goitiberas hasta lo más alto lo estampó contra los fardos. Un contratiempo que provocó las risas entre el público.
Una espontánea en la pista
Otra de las banderas amarillas corrió a cargo de la cuadrilla de Zurbano, después de que en la última curva a su bólido se le saliesen las dos ruedas. No corrieron la misma suerte los que iban al mando de ese número cinco que enfiló directo hacia los fardos. Los operarios, con menos trajín de lo habitual, tuvieron que saltar rápido para limpiar la pista.
Aunque el susto más grave lo provocó una espontánea que saltó a la pista y una de las goitiberas no impactó contra ella por los pelos. «¡A dónde va!», le recriminaron desde el público. La única nota que desafinó en una jornada que volvió a hacer las delicias de pequeños y mayores. «Estamos muy contentos, cada vez se lo curran más», elogiaban los organizadores, que incorporaron una animada mascota.
Entre ronda y ronda, Piperri se encargó de que los motores del público no se enfriasen. La verdad es que se lo curro, porque puso a los que se arremolinaron junto a la Cuchi a bailar una coreografía, con la música atronando desde la característica furgoneta del Equipo A de Los Alegríos. Y luego consiguió dar forma a una ola que descendió la cuesta. El mérito era enorme, porque ese caluroso disfraz de guindilla seguro que le estaba quemando por dentro. Pero a la vez era el resumen de lo que volvieron a ser las goitiberas, siempre con ese toque picante.